Tal vez nunca se conocerán las causas exactas del accidente, decía este domingo el presidente Sebastián Piñera.
La tarea es del comandante Sergio Sepúlveda, fiscal de aviación encargado de investigar la tragedia de Juan Fernández.
Las hipótesis circulan por todos lados, y las más aventuradas han provenido de medios extranjeros. Como la que apuntó el mismo fin de semana a un eventual sobrepeso y a un consecuente agotamiento del combustible antes que lo presupuestado en el plan de vuelo.
El propio presidente el domingo y el ministro vocero del gobierno este lunes, descartaron enfáticamente esta posibilidad. Ambos aseguraron (obviamente, basándose en los informes iniciales de la FACH) que el Casa 212 tenía reservas de combustible suficientes para haber intentado aterrizar varias veces más.
El encargado de investigar el accidente no fue tan lejos, y este lunes fue mucho más cauto: "No voy a descartar ni afirmar ninguna tesis mientras no tenga más antecedentes", dijo.
El presidente Piñera mencionó tres factores claves en esta desgracia: las características de la pista; los fuertes vientos; y el tren de aterrizaje fijo del Casa 212, que hacía imposible amarizar.
A partir de esos tres problemas, ¿tenía de verdad el avión combustible suficiente para intentar sucesivamente el aterrizaje? ¿Qué opción había si después de varios intentos los vientos no mejoraban o, peor aún, se volvían más violentos y peligrosos?
La sola pregunta es escalofriante.
Sobre todo, porque una cosa sí sabemos: el avión no tenía combustible para volver al continente.
Repasando la avalancha informativa del fin de semana, nos encontramos con que sólo los primeros reportes de hallazgos el mismo viernes en la noche hablaron de elementos del avión con restos de combustible, un factor crucial en todo percance aéreo.