lunes, 20 de junio de 2011

La Polar en frío


  1. Todos nos volvimos indignados en estos días, provocados hasta la furia por el escándalo de La Polar. Muchos hemos sido crudos para calificar los hechos, y hemos usado con ganas palabras como “fraude”, “estafa”, “engaño”, “abuso”, “delito”… y los correspondientes términos para referirnos a los malhechores de este caso. Reconozco haber pronunciado en voz bien alta las cuatro sílabas de la palabra “delincuentes”, y haberme sentido muy satisfecho después de hacerlo. “Porque eso es lo que son”, hemos agregado para rematar… aunque no sepamos exactamente de quiénes estamos hablando.
  2. Las acciones de La Polar se fueron a pique este lunes, al reanudarse sus transacciones en las bolsas. Quizás era la experiencia que, sádicamente (y de manera masoquista también) todos queríamos vivir. “Que se hundan”, “que nos vayamos todos a la cresta”… son ideas que parecían estar en nuestros pensamientos. Ya hemos visto, no sin una cuota de placer, la caída del staff de ejecutivos, de dos presidentes de directorio en un par de semanas, de todo el directorio en ejercicio al comenzar ésta… Y más de alguien ha disfrutado las imágenes de las incautaciones en las lujosas viviendas de los máximos ejecutivos. Confieso que tampoco me disgustaron.
  3. Pero quizás va siendo hora de empezar a bajar las revoluciones. Estamos ante la que quizás resulte ser peor crisis financiera vivida "de verdad" desde los años 80, porque esta vez no es la abstracta defraudación de CODELCO con las incomprensibles operaciones a futuro de Juan Pablo Dávila en los mercados internacionales, que nos impresionó racionalmente, pero no nos conmovió tanto; tampoco es la caída escandalosa de Isacruz, que parece juego de niños comparada con el caso La Polar; y en cuanto a alcances sociales, montos involucrados y ramificaciones, compite y gana frente al caso Inverlink. Por lo mismo, es urgente que se instale la prudencia en el seguimiento del escándalo.
  4. Ya no quedan adjetivos para calificar la alevosía con que la multitienda dio crédito sin control a cientos de miles de clientes. Basta ya, entonces: no busquemos más. Algunas cosas positivas en medio del desastre han venido ocurriendo desde que la crisis estalló. Primero, hemos vivido un alentador vértigo de la información. Las cosas se están develando y nos desayunan cada día: quiénes eran los ejecutivos a cargo; quiénes eran y son los directores; cómo operaba el área de créditos; cuál era la información que se ocultaba… Los medios no deben detener su escrutinio y hay que conocer hechos y más hechos. Vamos quedándonos con ellos, en lugar de embriagarnos con las palabras.
  5. También hemos visto altos mandos en la empresa dando pruebas de empeño en resolver las cosas: Heriberto Urzúa desempeñó un papel reconocido como presidente del directorio durante menos de dos semanas, pero no fue necesario rogarle que se fuera. Llegado el momento, este domingo, se hizo a un lado. Desconocemos las consideraciones íntimas de esa decisión, pero da buena impresión que se vayan los que estaban. Mejor todavía si ellos mismos están tomando la iniciativa. Evidente contraste con la resistencia inicial del director, ex gerente general y ex presidente Pablo Alcalde. La elocuencia de ese contraste es positiva para aclarar las cosas.
  6. Hay serios cuestionamientos al rol de organismos públicos y autoridades. Pero ojo; no nos quedemos con la burda crítica política que empieza a cundir. Se echó de menos a autoridades más abiertas en un comienzo, es cierto, pero hay que reconocer que han venido de menos a más y, aunque suene a parafraseo barato, las instituciones están funcionando. Tranquiliza haber empezado a conocer al hasta ahora ignoto superintendente de Bancos, compareciendo en el Congreso y respondiendo ante las cámaras. Mejor dispuesto se ha visto, en buena hora, al superintendente de Valores. El ministro de Hacienda ha hecho esfuerzos por obtener y compartir información y orientaciones con la opinión pública. Pasó de eludir micrófonos y luces en los pasillos, a responder in extenso la noche del domingo en “Tolerancia Cero”. Esa es la actitud. Se necesita a autoridades valientes tomando la iniciativa y dando la cara
  7. Se acumulan las evidencias de que en el caso hay graves delitos. Primero, porque nos hemos venido enterando del modus operandi y cualquier análisis básico detecta en ellos groseros rasgos delictuales. Pero además porque respaldan esta noción las demandas colectivas amparadas por el SERNAC; las acciones de la SVS aludiendo expresamente a ilícitos; las iniciadas por las AFP; las declaraciones públicas de las propias autoridades (entre las cuales la ministra Matthei ha sido la más explícita); y las palabras del propio recién renunciado presidente de La Polar al hablar de “fraude”. Hay una investigación monumental en curso y algo contundente saldrá de ella. Pero, atención: nadie está imputado aún. Y cuando el primer sospechoso  lo esté, no será todavía culpable. Tendremos que mantener la calma y seguir presumiéndolo inocente hasta el final del juicio. El caso es complejo y hay todavía mucho que indagar. Lo bueno: ya se está haciendo, y con un frenesí que tiene pocos precedentes
  8. Mientras esperamos esas primeras imputaciones judiciales, debemos tener presente que los delitos tienen autores: directos y a veces también indirectos, que suelen estar rodeados de cómplices y encubridores. Pero cuidado con esto: con toda seguridad, no todos serán igualmente culpables; no todos merecerán las penas del infierno. Y tengamos claro que los delitos son cometidos sólo por sus autores. Los que no ejecutaron los hechos ni tampoco indujeron a terceros a cometerlos, no pueden ser prejuzgados como tales. No culpemos anticipadamente a personas honorables, de quienes ya nos hemos venido enterando que preguntaron una y otra vez cómo estaban manejándose las cosas dentro de La Polar, porque sencillamente no cuadraba. Las responsabilidades deben ser todas asumidas, pero admitamos que son de distinta naturaleza.
  9. No hay que perder de vista el origen casi sociológico del problema: una sociedad y un sistema que sigue estimulando el consumo y, por lo mismo, el endeudamiento de millones de chilenos a niveles demenciales. Probablemente han delinquido quienes se aprovecharon de ese fenómeno para enriquecerse. Seguramente pecaron los sucesivos gobiernos que no tomaron la iniciativa política de orientar o moderar esa realidad (y que no  lo hicieron por la codicia del voto, con toda probabilidad). Pero los deudores de La Polar son en su abrumadora mayoría ciudadanos hechos y derechos, mayores de edad, a quienes no debemos mirar como interdictos. Cada uno es responsable de sus actos; y quien se endeudó en exceso inevitablemente tiene que responder por eso. Las deudas se pagan o se pagan. El que no lo hace en dinero, lo hace en especies embargadas u otras soluciones que la justicia establece, pero así debe ser. Son las reglas del juego y todos estamos sometidos a ellas. Otra cosa es lo que ocurre con una minoría de deudores que jamás debieron ser seducidos para serlo, a juzgar por casos que hemos conocido en estos días (estudiantes sin ingresos y hasta personas con discapacidades mentales). Pero la norma básica debe cumplirse, por el bien de muchos más afectados que los 418 mil deudores “reprogramados” arbitrariamente.
  10. Claro, porque las esquirlas ya nos están alcanzando a todos y no nos conviene empeorar el cuadro. Ya conocemos la desvalorización hasta el suelo que han tenido las acciones, lo que ha perjudicado los fondos de pensiones de millones de chilenos. Pero no pongamos el grito en el cielo: el sistema previsional sigue funcionando como debe, y la diversificación de las inversiones hace posible que el daño no sea tan grave en lo que a acciones de refiere. Sí hay que mirar ahora la exposición de algunas AFP a las inversiones en deuda de La Polar. Sólo para no olvidarlo, mencionemos a los miles de accionistas directos, a los partícipes de fondos mutuos, etc. Pero ahora vienen los bancos, que prestaron plata a La Polar de una manera, ojo, no tan diferente a la que usó La Polar para prestar a sus clientes. Los bancos tienen dueños, y en varios casos también se cuentan por cientos de miles. También casi todos estamos ahí. Los bancos acreedores tendrán un papel fundamental en la salida de la crisis, implique o no la caída total de la cadena. Y por último están los proveedores de La Polar, que probablemente tendrán serios problemas para cobrar lo que la multitienda les debe (¿a 60, 90, 120 días…?) dadas las nuevas circunstancias.
Conclusión provisional: No sabemos qué va a pasar en los días que vienen con las acciones de La Polar ni con las investigaciones en curso. Pero sí sabemos lo que pasó este lunes a primera hora, cuando el pánico en el mercado llevó a esos papeles hasta 370 pesos, para cerrar en 533. Eso solo prueba que no hay que apurarse; cada acción vendida en estos días tendrá, como ocurre en toda compraventa, un comprador que estará apostando por ella. De acuerdo: ¡a qué precio! Pero estará apostando.
La Polar tiene 418 mil deudores en problemas, pero tiene más del doble de deudores que no están en la misma situación. Nos conviene que éstos sigan pagando y que los primeros vuelvan a hacerlo. Quizás necesiten ayudas extraordinarias que todavía ni se han discutido; las condiciones en las que siguen como clientes hasta hoy obviamente deberán ser modificadas, y urgen reformas que, de una vez por todas, terminen con la usura que sigue imperando masivamente en Chile.
A todos nos conviene bajar las revoluciones, mantener la demanda de justicia hasta el final en el caso La Polar… pero también hacer todo lo posible para que se cumplan los compromisos. Sólo así podremos volver a confiar.

2 comentarios:

Bruno dijo...

Lo que más me molesta no es el hecho de que la estafa se hizo, miles de personas fueron engañadas y se aprovecharon de su ignorancia para hacerlo. Ni que las acciones bajen y todos perdamos dinero en el AFP.

Lo que me indigna es que el presidente del directorio diga "no tengo nada que temer" y yo pienso: "porsupuesto que no tiene nada que temer"

La ley economica en Chile es una basura,los directivos se llevaran el dinero fuera de Chile, se entregaran a la justicia y tendran buenos abogados que haran ue no paguen un dia de carcel ni tampoco de sus bienes.

Estoy seguro que todos los directivos y ejecutivos que participaron en esto son los unicos que estan durmiendo bien con este asunto de La Polar

Mauricio Hofmann dijo...

Gracias por el comentario. Y comparto la inquietud de Bruno (y de muchos) que temen que la justicia "no aplique" o no lo haga plenamente cuando se trata de personas con poder. Pero soy un poco más optimista: En la crisis de los 80, los poderosos cayeron; perdieron sus grupos económicos y sus conglomerados financieros. Se dice mucho que el Estado salvó a los bancos con la plata de todos los chilenos, pero no fue más que eso: se salvó a los bancos, que cambiaron de manos. Emergieron otros grupos y los anteriores fueron reemplazados. Mucha gente que se suponía con poder pasó largos meses en Capuchinos. Con privilegios, sí, pero privados de libertad.
Después, en otros escándalos (Codelco, Inverlink...) también hubo juicios y condenas, con penas de cárcel incluidas.
Es cierto que en Chile hay diferencias y los que menos tienen suelen pagar más duro. Pero pasa también en EEUU, donde es verdad que Madoff parece condenado a morir en prisión, pero donde las cárceles están llenas de negros e hispanos.
Creo que defendemos mejor la justicia y las instituciones si hacemos un voto de confianza en ellas que a la vez sirva de presión social para que cumplan su tarea. Si desconfiamos "ex ante" no sólo estamos quitando la confianza antes de tiempo; estamos liberando a esas instituciones de la carga de la presión social.
Otra precisión: Durante algunas horas hubo aquí un comentario ofensivo e infundado. Por supuesto que fue suprimido. No se aceptan en este espacio agresiones personales sin argumentos.