lunes, 18 de julio de 2011

El cambio de los políticos

El presidencialismo chileno tiene cosas raras.
La ceremonia de cambio de gabinete de este lunes fue ajustada al protocolo que exige al presidente preguntar de memoria a cada designado: "¿Juráis o prometéis desempeñar fielmente el cargo de ministro que se os ha conferido...?"
Una pregunta donde no sólo se mantienen arcaicas segundas personas del plural como si estuviéramos en el reino de España cinco siglos atrás, sino también el adverbio "fielmente" como si se tratara, de verdad, de jurar o prometer fidelidad a un  monarca.
Cualquier república moderna preferiría usar conceptos como lealtad, compromiso y honestidad, más que fidelidad.
Pero, en fin, son las formas.
Junto con esos signos de poder exacerbado que lo reviste de rasgos monárquicos, el presidencialismo chileno es a la vez tan vulnerable, como que una encuesta (o una serie de ellas) puede obligar al "monarca" a cambiar diseños, alterar su equipo contra su plan y su voluntad, y aceptar intervenciones de partidos políticos.
¿Quién hizo de verdad el cambio de ministros, entonces? ¿El presidente? ¿La UDI, más que RN? ¿Los ciudadanos que tuvieron el extraño privilegio de ser encuestados por Adimark? ¿El mismísimo Roberto Méndez?


CAMBIO DE LOS POLÍTICOS,
NO DE LOS CIUDADANOS
Lo inquietante del cambio para el gobierno es, sin embargo, otra cosa: la bajísima probabilidad de que tenga algún efecto en las encuestas que lo motivaron.

Más bien nos atrevemos a decir que no tendrá ninguno.
Si en enero la incorporación de "los primeros dos pesos pesados" al gabinete (Allamand y Matthei) generó todo tipo de expectativas y hasta "se le perdonó" al presidente haber alterado la voluntad popular de los electores de Coquimbo y Los Ríos, ese aparente "golpe" político empezó a desdibujarse a los pocos días, cuando hubo que designar a dedo a los reemplazantes de los flamantes ministros en el Senado. Ya entonces, la operación no se vio tan bonita. 
Y medio año después, con una aprobación diez puntos más baja y un rechazo casi 15 puntos más alto, nadie diría que fue un triunfo en toda la línea, más allá de los logros sectoriales que Allamand y Matthei se puedan apuntar.
La integración de los "dos segundos pesos pesados" (Longueira y Chadwick) difícilmente va siquiera a despertar las expectativas que con más razón se activaron en el verano. Veamos: el golpe de efecto es menor por la falta de novedad; por mucho que en los círculos políticos a varios se les acelere el pulso con los nombramientos, son cambios precisamente "muy políticos", que están lejos de emocionar y alterar ningún pulso en la opinión pública; la operación nuevamente se va a oscurecer cuando en pocos días haya que sumar dos nuevos senadores no elegidos por la gente... y, finalmente, el gabinete va a tener que enfrentar la misma dura realidad de los hechos en los próximos meses: un conflicto estudiantil que podrá debilitarse pero no se va a extinguir; un crecimiento que el próximo año será más lento; un dilema energético que está lejos de resolverse y que seguirá, cíclicamente, movilizando a las multitudes; y climas tensionados en regiones que amenazan con hacerse notar de nuevo (en Magallanes, en Calama, en Dichato y quizás dónde más).


"ES LA VIDA DIARIA 
DE LA GENTE, ESTÚPIDO"
Si las cosas cambian para el gobierno en términos de percepción pública, no será por el nuevo gabinete, sino porque los alimentos no vuelven a subir de precio como lo hicieron en el último año; porque, mal que les pese a los exportadores, el dólar se mantiene bajo y con él muchos precios también (sobre todo los de los combustibles); porque empiezan a aplicarse por fin las nuevas leyes de posnatal extendido y de eliminación del 7% que los pensionados cotizan para salud; y porque el Transantiago dejar de subir sus tarifas. Si a ello se suma con claridad una baja en las cuotas que las familias pagan por mantener a sus hijos en la universidad y otras cosas reales y cotidianas como ésas, claro que mejorará la aprobación al presidente y su gobierno. Como ha sido por los siglos de los siglos, por lo demás.
Claramente, el cambio de gabinete obedeció mucho más a lógicas del poder político, como la disputa de los partidos por la hegemonía o las demandas de interlocución política, que a clamores de la ciudadanía. Más aún: el reemplazo de parlamentarios por mecanismos de cuestionable legitimidad democrática aleja el cambio de este lunes de la lógica ciudadana.
Los nuevos ministros sólo podrán vanagloriarse de tener algo que ver con un mejoramiento de la popularidad del gobierno, si políticas públicas como las que mencionábamos por fin se convierten en realidad (y vale la pena recordar que su diseño, propuesta y discusión hasta ahora en el Legislativo fueron tareas ejecutadas por los antiguos ministros) y si, coincidentemente, se van dando los demás factores que también citábamos (precios, beneficios sociales y circunstancias económicas incluso externas que pudieran ser favorables).
"Es la vida diaria de la gente, estúpido", diríamos si viviéramos más al norte.


CINCO LECTURAS
PARA UN CAMBIO MÚLTIPLE
Dicho todo lo cual, debemos reconocer algunos elementos en el cambio de este lunes:


1. El cambio de perfil de la vocería de gobierno, a juzgar por la redefinición que el propio presidente hizo del cargo. Andrés Chadwick podría convertirse en la verdadera cabeza de la gestión política de La Moneda, lo que daría al Ministerio Secretaría General de Gobierno un carácter que nunca tuvo.


2. (Y esto no es excluyente con lo anterior...) El re-empoderamiento de Rodrigo Hinzpeter aunque sólo sea para que siga haciendo lo mismo que ha venido haciendo desde un comienzo, por el solo hecho de no haber sido removido. Si superó esta valla, es difícil que no pueda superar cualquier otra en el futuro. Su alarde de seguridad desde Punta Cana seguramente va a formar parte de la trivia o la pequeña historia política chilena por mucho tiempo.


3. La catapulta en que fue parado Laurence Golborne, que podría convertirse, de todos, en el cambio de puesto de mayor proyección de este lunes. El ministro más popular del gobierno se libera ahora del tortuoso debate energético donde llevaba todas las de perder (puntos); del conflicto de Magallanes (a dos o tres meses de difíciles definiciones); de las tensiones en Calama (vinculadas a una frustración que tiene que ver con Codelco); de la amenaza de los trabajadores del cobre... y se instala en un Ministerio de Obras Públicas que ha mostrado muy poco desde el "saneamiento" aplicado durante la administración Bachelet por Eduardo Bitrán, pese a los esfuerzos de Sergio Bitar por acelerar el tranco. En el MOP, cualquiera podría pasar hoy sin pena ni gloria, si  se queda preso en la inercia; si Golborne reactiva proyectos, lidera una verdadera y necesaria ofensiva, y es capaz de sacar dentro de los próximos dos años algunas obras de verdad significativas y vistosas, tendrá buena parte de la carrera ganada para el 2013. Ningún otro integrante del gabinete tiene una oportunidad como él.


4. El extraño cuadro que se dibujó en el equipo económico. ¿Quién es el jefe ahora? ¿Felipe Larraín, como viene siéndolo el ministro de Hacienda por décadas) o Pablo Longueira? Es difícil imaginarse a ninguno de los dos sometiéndose al otro. Es posible intuir una separación de aguas como nunca hubo en decenios entre ambas carteras, pero es imposible soslayar el inevitable choque que se produciría a corto andar si ello ocurriera, por un factor obvio: las finanzas públicas. 
Economía no es un ministerio estrictamente "social", como siempre quiso Longueira. Es una cartera más cercana a la industria, al comercio, a la pesca y a los servicios (como el turismo) donde gusta mucho hablar de las Pymes, pero donde finalmente siguen pesando los "grandes" de cada uno de esos sectores. 
Si Longueira llega decidido a cambiar ese perfil de veras, ¿será la primera prueba de fuerza la discusión, inminente ya, del Presupuesto 2012?


5. Lavín y Bulnes. El primero zafó de un conflicto donde no sólo el movimiento estudiantil lo desconocía como contraparte válida; también las universidades privadas empezaban a insinuar su inhabilidad como interlocutor. Consumió una porción dolorosa de su capital político y se hizo de un cargo donde tiene una oportunidad no despreciable de recuperar posiciones, pero que necesariamente es de un perfil inferior en un país donde las demandas más resonantes son de la clase media, no de los sectores más vulnerables. He allí un dilema para su futuro político. 
El segundo, en cambio, pasa de un puesto relativamente tranquilo (no nos perdamos con el efecto "cárcel de San Miguel", que fue un hecho horroroso, pero puntual) a la arena de lucha en plenos días de movilizaciones. A diferencia de Lavín, Bulnes no cuenta con un capital político tan valioso que arriesgar,  de manera que tiene menos que perder... y la oportunidad de administrar la fase resolutiva de la crisis, si el gobierno entero (empezando por Hacienda) lo acompaña. Aunque eso no signifique necesariamente "hacer las cosas bien".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo unico triste es la salida de KAST, pues era un aporte interesante y "joven" a ese gabinete.

Gato de Tejado dijo...

Interesante análisis, aunque lo lamentable es la partida de Kast. De verdad, tipos como él, daban un aire de renovación a nuestro alicaído partidismo. Si los cambios surtirán efecto? hay dar tiempo al tiempo..

christian weinborn dijo...

el tema del equipo economico no es menor, porque tambien esta la potente figura del subsecretarioa alvarez con mucho mejor llegada en el Congreso. Complejo escenario para Larrain

Anónimo dijo...

Mal la salida de Kast ...

Cristian Fredes dijo...

A los ministros se le exige "Fidelidad" para asumir su puesto,fidelidad que ademas deben certificar con un juramento, es decir se le da un carácter de "divino".  Pero esta fidelidad es en un solo sentido, ya que de vuelta no hay ningún interés  mas que el interés temporal sujeto a las vicisitudes de las encuestas. Nada se dice en el juramento que el cargo debe ser entregado si es que algún potencial presidenciable necesita el cargo para trampolín presidencial, no se dice que el cargo será usado como moneda de cambio en caso de crisis frente a los partidos y aunque son cosas que han pasado siempre y seguirán pasando en toda organización humana (como diría F.Villegas) de todas formas uno siempre tiene la esperanza que esta vez sea diferente, pero no, la realidad es que siempre lo mismo, como con la selección....
Cristian Fredes R.