Regreso a casa este miércoles 24. Imagen de TVN |
Una primera impresión (que no, todavía, conclusión) es que este miércoles 24 de agosto se marcó una diferencia: la que emerge con fuerza entre un movimiento estudiantil amplio y nacional, transversal y asentado en valores profundos (más allá de sus debilidades o sus errores), y los delirios de cúpulas más bien políticas, que buscaron navegar sobre la misma ola, pero se están dando al menos en este primer día, un chapuzón memorable.
EL FRACASO DEL PARO
Este miércoles no fue el día en que el país se detuvo.
Ni mucho menos.
Volvimos a acordarnos de los millones de santiaguinos que enfrentaron con admirable determinación el famoso paro de los microbuseros en agosto de 2002, haciendo lo posible por llegar a sus trabajos, colegios y universidades. Lo hicieron a pesar de la falta de transporte público y de los bloqueos de calles y avenidas, que finalmente costaron a los dirigentes del gremio condenas de la Justicia por violar la Ley de Seguridad del Estado.
Esta vez no fue muy distinto. Muy pocos atendieron el llamado de la CUT y la adhesión al paro fue francamente menor. Con dificultades y todo, millones de trabajadores dejaron muy en claro dónde están sus prioridades.
Al parecer los mismos convocantes lo preveían, a juzgar por el llamado final de Arturo Martínez el día martes, a no ir a trabajar y usar después la excusa del "no pude llegar" ante los empleadores. Temprano quedó claro que semejante excusa no serviría de nada, porque los buses del Transantiago recorrían la ciudad con casi total normalidad, y el Metro tenía incluso más frecuencias que lo habitual.