viernes, 5 de agosto de 2011

Un día duro

Será difícil de olvidar este duro jueves 4 de agosto de 2011, para usar los mismos términos que adelantaba el ministro portavoz del gobierno cuando conversamos con él horas antes de las marchas, en el programa ALERTA TEMPRANA de radio 95 Tres.
Como en los días anteriores, se han cruzado en las calles y en los medios, en las redes sociales y en las conversaciones de todos, un sinnúmero de juicios, recriminaciones y emplazamientos, que parece interesante poner en su lugar:


1. INDIGNADOS Y CONTENIDOS: La encuesta CEP nos confirma que la educación es uno de los tres temas que más preocupan a la ciudadanía y principal factor de los cambios más dolorosos (para algunos) en las mediciones de los personajes políticos. Véase nada más el desplome en la popularidad del ministro Lavín, que ha cargado con la mayor parte de los costos.
Pero también la encuesta nos advierte sobre el descrédito de la clase política que han venido mostrando consistentemente otros sondeos, como los de Adimark, todos los meses. El punto es conocido: nadie está capitalizando esta desaprobación general que cae sobre gobierno, coaliciones e instituciones políticas. La mayoría del país no es estrictamente de centro; mucho menos "independiente", como podríamos imaginar... sino refractaria a cualquier tipo de adhesión política. Los que no adscriben a "ninguna" corriente son la mayoría.

Nos inclinamos a pensar que son más bien escépticos y descomprometidos, no tan lejanos del centro pero renuentes a declararse como centristas, porque no es atractivo asociarse hoy a grupos o partidos que históricamente han buscado asociarse al centro.
Pero claramente es una mayoría amplia, no ideologizada (porque si lo fuera se declararía de derecha o de izquierda, con las variantes correspondientes) y probablemente, en lo concreto y ante los dilemas reales de los tiempos, moderada. Con todo lo fluctuante e incierta que pueda ser a la vez.
Recuerdo a propósito de esto también este posteo anterior.


2. EL CHOQUE DE DERECHOS: En días como éstos nos encontramos ante un evidente choque de derechos. Y el gobierno ha hecho bien en poner el acento en ellos, evitando caer en el irritante "sermón de los deberes" que comentábamos algunos "posteos" atrás. 
La monserga de los deberes suele venir de voces clásicamente inclinadas al autoritarismo, y es un discurso que sólo cala en otras mentalidades autoritarias, sin conseguir ningún efecto más que enfurecer a quienes se pretende hacer cambiar. 
Al enfatizar en los derechos (que, claramente, están antes los deberes, como lo ha reconocido el pensamiento y la doctrina democrática desde hace siglos) estamos entrando en el círculo virtuoso que de manera mucho más fácil y efectiva nos va a llevar a una conciencia de los deberes, el primero de los cuales sería precisamente respetar los derechos de los demás.


3. CITANDO MAL LA CONSTITUCIÓN: Hablando de derechos, se ha reiterado mucho en estas horas el de reunirse y manifestarse, tal como lo consagraría la Constitución. El problema es que quienes lo mencionan suelen citar sólo una parte del artículo correspondiente en la Carta Fundamental. El texto completo del artículo 19 número 13 garantiza, efectivamente, "el derecho a reunirse pacíficamente sin permiso previo y sin armas". Pero a renglón seguido agrega: "Las reuniones en las plazas, calles y demás lugares de uso público, se regirán por las disposiciones generales de policía".

Entendemos que para facilitar las cosas los gobiernos de estos años han canalizado la aplicación de esa disposición a través de las intendencias, donde se han reunido autoridades civiles y policiales con los convocantes a manifestaciones... pero en estricto rigor los organizadores de las marchas debieran entenderse directamente con Carabineros.
Por cierto, el derecho a reunión pacífica y sin armas no es sinónimo del derecho a manifestarse masivamente en lugares públicos, sino el de sostener reuniones sobre cualquier materia (que no infrinja otras leyes, obviamente; no se trata de asegurar un derecho a reunirse para planificar crímenes, por ejemplo).
Por lo tanto, y haciendo con toda claridad la diferencia entre manifestantes pacíficos y delincuentes que se aprovechan de las manifestaciones masivas, también queda claro que esos sujetos no tienen derecho a actuar con violencia y armados, por ejemplo, con bombas incendiarias.


4. ¿EN PEDIR NO HAY ENGAÑO? Durante semanas las movilizaciones estudiantiles, laborales (como las del cobre), ambientalistas (como las contrarias a HidroAysén) han esgrimido también un derecho a plantear demandas. 
Pero vale la pena tener a la vista también aquí lo que dice la Constitución. Y ésta garantiza en el mismo artículo 19, número 14, "el derecho de presentar peticiones a la autoridad, sobre cualquier asunto de interés público o privado, sin otra limitación que la de proceder en términos respetuosos y convenientes". 
Sólo para no olvidarlo...


5. NORMAS DE LA DEMOCRACIA: Tampoco olvidemos que no estamos hablando de la Constitución "de la dictadura" ni mucho menos. Aquélla fue reformada varias veces desde 1989 y fue reemplazada por la Constitución de 2005, que no lleva la firma de Pinochet, sino del ex presidente Ricardo Lagos. 
Por supuesto que esto no la convierte en una Carta Fundamental sacrosanta ni inmutable, pero es la que nos rige aun cuando pueda ser modificada para mejor muchas veces, o sustituida completamente por una nueva.


6. ¿LIMITES ALCANZADOS Y TIEMPOS AGOTADOS? Antes del aciago jueves 4, el presidente Piñera ya había declarado el término de la paciencia del gobierno frente a las movilizaciones, cuando dijo que "todo tiene un límite". El ministro del Interior remató asegurando que "el tiempo de las marchas se agotó".
Es curioso. Las movilizaciones no vienen del gobierno sino de organizaciones ciudadanas como las de estudiantes y profesores, o las de mineros y ambientalistas. Son ellas las que tendrían que decidir cuándo alcanzan su límite, y cuándo consideran que el tiempo se les agota.
De acuerdo: podremos tener una opinión sobre si están en lo cierto o se equivocan. Pero convengamos que no va a ser el presidente o el ministro del Interior quienes pongan fin a una movilización con palabras como ésas. Más bien todo lo contrario.


7. REBELDÍA VERSUS REPRESIÓN. Lo que vimos este jueves fue el enfrentamiento violento de manifestantes y carabineros; de vándalos y policías. Fue el choque entre rebeldía y represión.
También podemos tener una opinión sobre dónde está la intransigencia y dónde queda algo de tolerancia... y más de alguien se inclinará a dictar sentencias salomónicas al respecto.
Pero una cosa parece quedar clara: si la autoridad está decidida a "mantener el orden público" a como dé lugar, debe evaluar primero si tiene la capacidad de hacerlo.
Este jueves no la tuvo. O, al menos, no la aplicó o no quiso hacerlo. Imaginamos que actuar en verdadera consecuencia con esa decisión habría significado sitiar la capital y otras ciudades; invadir con fuerza policial "pesada" avenidas y plazas; inundar las calles con decenas de miles de policías armados. Generar un ambiente de estado de sitio y quizás hasta decretar toque de queda.
No fue (en buena hora) lo que ocurrió. Y la consecuencia fueron las escenas de caos que dieron la vuelta al mundo, así como las escaramuzas interminables y no exitosas entre fuerzas especiales y manifestantes o vándalos, que no dejaron bien parada a la policía; revivieron viejos fantasmas de otros tiempos; y finalmente generaron más violencia.
Digámoslo claro: la concurrencia de las movilizaciones fue muy inferior a las de ocasiones anteriores. Si no hubiera pasado lo que pasó, habría quedado en evidencia el manido "desgaste" del movimiento y el hastío de mucha gente. 
En cambio, quedó la sensación de que vivimos en un país sumido en el descontrol y donde la policía tiene menos capacidad que los camarógrafos de la televisión para acercarse a los encapuchados.


EN SUMA: Sin duda hay más aristas que analizar y queda mucho que decantar luego de este duro jueves. 
Sólo queda mencionar un pequeño problema: a juzgar por las actitudes y las palabras de este viernes, el proceso será lento.





2 comentarios:

Juan C. Vera S. dijo...

No comparto algunos de sus argumentos como el que hace referencia al Art. 19 Nº13 de la Constitución, si bien las libertades de reunión y desplazamiento deben seguir las intrucciones de la policía, eso no significa que se subordinen a ella en términos de lugar, fecha y hora.mas bien este es un aprovechamiento del Gobierno para impedir la masificacion del movimiento tal como lo indico Ubilla minimizando la asistencia a las manifestaciones.La masividad del caceroleo es una manifestación de repudio al gobierno y la clase política, por la incapacidad de solucionar los graves problemas que aquejan a los chilenos por una legislacion neoliberal que ha amparado la estafa, el abuso y la delincuencia a niveles de clase ejecutiva

Bruno dijo...

A pesar de que estoy a favor de las movilizaciones y protestas y me molesta la represion, me es inevitable analizar y notar el hecho de que la capacidad de carabineros para reprimir es francamente ineficiente. Los oficiales de nuestra policia no tienen idea de teoria y estrategia en el manejo de hordas de personas. Basta con ver el enfretamiento de un grupo de 8 carabineros contra 100 manifestantes.

Hecho interesante de hacer notar es que quienes se movilizan violentamente tampoco aprovechan esa falta de estrategia. Y veo claramente que si alguno de los dirigentes mas violentos se diera cuenta de ello, se podria facilmente bloquear el funcionamiento de la ciudad manteniendo el control de algunos pocos puntos claves

Mas que una represion intensa y mas violenta, debiera ser mas eficiente y con menos arrestos ilegales, porque en la ira del momento incluso el transeunte inocente es arrestado. Mi sentencia: los oficiales de carabineros no saben nada de manejo de protestas más que el de mojar