domingo, 4 de septiembre de 2011

El vértigo de la tragedia

El accidente de Juan Fernández ha demostrado de nuevo cómo un tsunami de información y una vorágine de comunicación circulando ininterrumpidamente en todas las direcciones, son capaces de precipitarlo todo.
Entre otras cosas, el  procesamiento emocional y racional que hacemos todos de los hechos. Ha ocurrido a una velocidad de vértigo, al punto que, 48 horas después del primer golpe, pareciera que entramos en una fase que ya es distinta, y en que puede que se mezclen un extraño vacío con una extraña anestesia.
Ocurrió unos años atrás, después de la muerte del general Bernales en Panamá; pasó con el terremoto y maremoto; sucedió otra vez con los mineros en sus tres grandes capítulos (derrumbe, "estamos bien" y rescate); y de nuevo con el incendio en la cárcel de San Miguel hace unos meses.
Con las asombrosas capacidades de los medios de comunicación y sus transmisiones en vivo, y con los alcances todavía no medidos de las famosas redes sociales, estamos aprendiendo a vivir catarsis nacionales a máxima velocidad... sin saber exactamente qué es, en verdad, eso que estamos aprendiendo.
El hecho es que las etapas se queman antes y mucho más temprano llega el momento en que tenemos que confrontarnos, desconcertados, con nuestra vida de siempre.
Casi nos sentimos con el deber de dar gracias por conservar a ratos (sólo a ratos) la capacidad de detenernos y recuperar la conciencia, volviendo a meditar lo ocurrido, a imaginarnos el pánico de los últimos segundos en ese avión, a recordar a los más famosos de los caídos (porque, querámoslo o no, representan lo más parecido a tener a alguien de nuestra propia familia entre las víctimas) y a condolernos con sus familias. 
Porque cuando recuperamos la conciencia, volvemos a sentirnos más humanos.

16 comentarios:

@andreitapmg dijo...

@mauriciohofmann Excelente nota! Ojalá aprendamos lecciones!

@MacGenio dijo...

@mauriciohofmann interesante visión...

@PecosaMalvada dijo...

@mauriciohofmann Que hermoso lo que acabo de leer,muchas gracias.

@jponcecanobra dijo...

@mauriciohofmann:/excelente columna gracias

@Cesar_Antonio_F dijo...

@mauriciohofmann La facilidad de obtener la información trae como consecuencia ese vértigo, que se fundamenta con la lucha por el rating.

@Mariasol2010 dijo...

@mauriciohofmann excelente la reflexión que compartiste, la vorágine de información es mayor nuestra capacidad de procesar emociones

@kennysubiabre dijo...

@mauriciohofmann toda la razón, "cuando recuperamos la conciencia, volvemos a sentirnos más humanos"

@el_kuto dijo...

@mauriciohofmann muy buen alcance en el articulo.

@Danizamira dijo...

En palabras de @mauriciohofmann las víctimas + conocidas son lo +parecido a tener un pariente en la tragedia, x eso le duele a tantos

@RisterOjeda dijo...

@mauriciohofmann: buena reflexión!

@nsaavedras dijo...

@mauriciohofmann excelente reflexión... Muchas gracias por compartirla

Roddo dijo...

A pesar de lo triste de la noticia, me parece a mí que los medios de comunicación en el afán de ganar audiencia o vender diarios, extrasensibilizan a la opinión pública y multiplica por 100 la pena, catapultando, por ejemplo, a la categoría de héroes a los 33 mineros (que en realidad no son más que víctimas de un mal empleador) y de próceres de la verdad y justicia a los del accidente de Juan Fernández, que si bien realizaban una misión solidaria, también recibían un sueldo por lo que hacían allí o llenaban la pauta de un programa de televisión.

P.S. Camiroaga, al que todos lloran hoy, no es el mismo al que pifiaban en la entrega del "Copihue de oro" en diciembre pasado? ;-)

@AnaVaOs dijo...

@mauriciohofmann gracias por esa reflexión y por compartirla....

@rodrigo_ry dijo...

@mauriciohofmann Es la tónica de nuestra generación, a lo q se suma la capacidad para "resetear" todo rapida%, olvidando q existe historia

@pablolabrana dijo...

@mauriciohofmann: / vale la pena leerla

@LuciaRetamal dijo...

...cuando recuperamos la conciencia, volvemos a sentirnos más humanos. @mauriciohofmann buenísima reflexión