martes, 2 de octubre de 2012

Vecinos y pobladores

La Victoria. Fotografía del blog Vivienda al Día, del Instituto de la Vivienda (Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile)
Si decimos "pobladores de La Victoria", digamos también "pobladores de La Dehesa". Si no, hablemos de los "vecinos de La Victoria".
Esta modesta argumentación que se nos vino a la cabeza el viernes, con motivo de la muerte del sacerdote Pierre Dubois, se convirtió, sin quererlo, en tendencia en Twitter. Inesperadamente, después del fin de semana siguieron los retuiteos y las respuestas. La mayoría, según percepción propia y quizás interesada, concordando con la idea. Pero muchas, también, refutándola.


Pobladores "a mucha honra"

"Nací en la población La Victoria y no nos ofende ser llamados pobladores", resumió un tuitero. "De hecho, el 25 de octubre es el aniversario de la población", agregaba. Algunos se quedaron en lo literal, afirmando obviedades como que en una población habitan pobladores, y La Dehesa no es población. Otros insistieron en el orgullo de ser poblador, particularmente de una toma histórica y llena de identidad.
Ninguna de esas respuestas, sin embargo, era estrictamente contraria al tuiteo que las generó. Más bien hablaban de otra cosa.
Claro que hay orgullo entre miles de habitantes de poblaciones que se originaron en tomas de terrenos, que bien puede llevarlos a autodenominarse "pobladores", y a mucha honra.
Pero no hablábamos de eso.
Sí planteábamos un cuestionamiento al lenguaje de terceros (no de los pobladores o vecinos de La Victoria, La Legua, Lo Hermida o La Pincoya) que consciente o involuntariamente marca diferencias entre personas iguales. El lenguaje que usamos los que no vivimos allí; el que usan los medios de comunicación y quienes trabajamos en ellos; el que emplean  autoridades y políticos.
Admitamos que los vecinos gozan de mayores consideraciones en los mismos medios que los pobladores. No ignoremos la connotación que la mayoría de las veces tienen las noticias que hablan de "pobladores", y cuán distinta es de la connotación que tienen los hechos protagonizados por "vecinos". 
Convengamos que un "poblador" suele tener menos oportunidades de empleo que un "vecino".
Ambos términos no son, por lo demás, de ninguna manera excluyentes. Un vecino de La Victoria puede llamarse orgullosamente poblador, si así lo siente (cuestión que algunos aseguran que todos harían, arrogándose una curiosa representatividad de personas distintas), pero no por ser poblador deja de ser vecino.


Vicios del lenguaje público

Lo interesante es que en la comunicación pública discutamos el asunto y busquemos el mejor lenguaje; el más igualitario y respetuoso de la idéntica dignidad que todos tenemos.
Es un tema que convoca particularmente a los periodistas y a los medios.
Porque no sólo existe la dimensión de "vecinos" y "pobladores", o de "residentes" y "lugareños". 
Detrás de estos y muchos otros vicios del lenguaje público está la misma lógica que lleva todavía a muchos a tratar con un paternalista y seudoafectivo "don", doña" o "señora" a ciudadanos de cierto nivel socioeconómico "para abajo", mientras que se usa  nombre y apellido para aludir a aquéllos que son identificados con un nivel socioeconómico superior. 
"Es que es por respeto", suele argumentarse, precisamente hacia los "más humildes" de la sociedad.
Y así escuchamos a diario en notas y reportajes, que "la señora Mercedes" espera horas en la Posta Central, y que "don Manuel" cría con esfuerzo sus cabras en Punitaqui. Pero si hablamos de una clienta del Parque Arauco, es "Macarena López", y si el tema es la caída del dólar, el entrevistado es "el economista Sebastián Vial".
Equívoco respeto. Si todos somos iguales, todos debiéramos tratarnos con la misma consideración. Doña Mercedes debiera ser "Mercedes Gutiérrez, paciente de la Posta" o "Mercedes Gutiérrez, vecina de San Miguel", y el pequeño parcelero de Punitaqui debiera ser "Manuel Muñoz, criancero de Punitaqui" o la expresión que mejor defina su oficio.
Son simples y muy perfectibles criterios, que debieran formar parte de esos "manuales de estilo" que tanta falta hacen en nuestros medios.
Volviendo al tuiteo que motiva estas reflexiones, algunos lo descalificaron por referirse "sólo" al lenguaje, supuestamente mucho menos importante que las "acciones" concretas, que de verdad discriminarían. 
El argumento era que estábamos siendo frívolos por "quedarnos en eso".  
Pero resulta que el lenguaje sí es una acción humana. Simplemente usando palabras podemos herir a nuestros semejantes. Con adjetivos podemos humillar a alguien. El lenguaje sí puede discriminar, aislar y excluir.
Empecemos por el lenguaje.

miércoles, 22 de agosto de 2012

El foco perdido



Las movilizaciones estudiantiles, algunas noticias judiciales y las encuestas políticas están demostrando cómo medio país se mueve a ciegas en estos días, porque tiene el foco totalmente perdido.


EL DURO CASO DE NANCY HERRAZ

Nancy Herraz cuando fue herida
(foto El Líder de San Antonio)
En el ámbito de la justicia, hay algunos ejemplos ilustrativos.
La Corte Suprema acaba de fallar esta semana, en última instancia (sin que quepan, por lo tanto, nuevos recursos) en el caso del apedreo a Nancy Herraz, en la Autopista delSol. Un caso que nos estremeció a todos hace exactamente ocho años, en agosto de 2004, y que nos vuelve a remecer cuando vemos las imágenes de las atroces heridas que sufrió en la cara y en su dignidad, a causa del peñasco que lanzó aparentemente un menor de edad, contra el auto en que viajaba a San Antonio.
Del o los culpables, nunca más se supo. Pero Nancy Herraz y su familia se aferraron a la esperanza de obtener alguna reparación de parte de la concesionaria de la autopista. Ella ha vivido ocho años duros, sometida a más de una operación para recuperar al menos en parte la apariencia y las funciones de su rostro, y al parecer ha tenido que resignarse a la pérdida de visión de un ojo. 
Sus expectativas tuvieron un respaldo inicial cuando una jueza de primera instancia ordenó a la autopista el pago de una indemnización superior a los $ 125 millones. Pero esas expectativas se fueron al suelo cuando la Corte de Apelaciones anuló esa sentencia, y terminaron de sepultarse ahora, cuando una sala de la Suprema, en forma unánime, rechazó el recurso de casación que el abogado de Herraz había interpuesto contra el fallo anterior.

lunes, 20 de agosto de 2012

Assange, Wikileaks y Chile




El caso Assange tiene demasiadas aristas enfrentadas como para quedarnos  conformes con sus primeras apariencias. Menos cuando está llevando al mundo (y a Chile) a adoptar posiciones que pueden comprometer intereses también enfrentados.
Siempre parece interesante "echarle pelos a la sopa" y dar algunas vueltas a la noticia, aun cuando sea para construir preguntas que bien podríamos formular a más de alguien, y someter a prueba nuestros propios juicios anticipados. 
Veamos algunas constataciones (o, al menos, algunos intentos de constatar ciertas cosas):
  • Julian Assange no es una rata acorralada en una trampa; es una personalidad global que, a pesar de sufrir hoy severas restricciones a su libertad, está cubierta de gloria: Ha recibido innumerables premios por su lucha a favor del libre flujo de información en el mundo aun cuando ella ponga en graves aprietos a las potencias y líderes más poderosos del planeta. Lo ha premiado Amnistía Internacional, The Economist, fundaciones y organizaciones de medios y periodistas en Estados Unidos, Europa y su natal Australia; hay quienes quieren postularlo al Premio Nobel de la Paz (una iniciativa que sin duda ganaría fuerza si fuera extraditado y juzgado); y ha recibido el respaldo explícito de políticos de todas las latitudes: desde la vociferante protección de Rafael Correa a la más discreta pero también mucho más contundente de Lula da Silva. No es un perseguido inerme ni un obrero del periodismo acorralado y solo. Cinco de los periódicos más importantes de Occidente lo acompañaron en su última gran aventura informativa (la filtración de los documentos del Departamento de Estado) y es de suponer que no lo abandonarán a su suerte tan fácilmente. Son los mismos periódicos con los cuales muchos jerarcas mundiales no dejan de coquetear para salir favorecidos en sus páginas.

viernes, 9 de marzo de 2012

Periodismo, red social... y el precio de la verdad

Portada ad-hoc. Ver NOTA AL PIE al final de este post.

The New York Times informa que la revista quincenal estadounidense The New Republic está a salvo, porque tiene nuevo dueño.
Buena noticia, celebra el analista Moisés Naím a través de Twitter.
La red sirve para proclamar una victoria del periodismo de papel.
El verdadero Hughes
Chris Hughes es el nombre del salvador de The New Republic, paladín de lo que los norteamericanos llaman "ideas liberales", que en Estados Unidos se entienden, más o menos, como ideas de izquierda. En Chile diríamos quizás que TNR es "progresista".
Hughes tiene juveniles 28 años y es el cofundador de Facebook, junto a Mark Zuckerberg. Ambos son personajes de la película que pretendió relatar esa historia, "The Social Network" ("Red Social"), con Jesse Eissenberg (Zuckerbeg) como protagonista y Patrick Mapel (Hughes) en un papel muy secundario, pese a que ambos personajes compartían entonces dormitorio en Harvard.
Mapel como Hughes
Hughes es un multimillonario que The New York Times describe hoy como "el más nuevo gurú de los medios", y ganó influencia política cuando armó el entramado online de la campaña de Barack Obama, nada menos.
Interesante incursión, la de Hughes, que hoy sorprende a los lectores de su nueva posesión con una carta en que rinde un envidiable tributo al buen periodismo de opinión.
Claro, tiene todo un plan organizado para profundizar la irrupción de TNR en la web y su llegada a las tablets. Pero no deja de sorprender su aterrizaje en una revista que estaba en problemas, casi asfixiada en medio de la cambiante industria de los medios.

martes, 3 de enero de 2012

Museo del holocausto

"Holocausto = completamente quemado por el fuego".


Foto de "La Prensa Austral"
"Holocausto" es un término latín derivado del griego, empleado en la traducción griega del Antiguo Testamento, en referencia a ofrendas o sacrificios judíos en que se quemaba a toda la víctima.
Holocausto es también el término usado por los judíos que después de la Segunda Guerra Mundial empezaron a denunciar la matanza masiva de los suyos por los nazis. 
Para no olvidarla jamás, hay museos del holocausto en Jerusalén, en Washington, en México...
Pero hay otros museos del holocausto, que evocan otras matanzas de humanos por humanos. A veces se llama así, por ejemplo, al Museo de la Paz de Hiroshima, donde 140 mil japoneses fueron quemados por la bomba atómica. Otros 80 mil lo fueron en Nagasaki.