Los chalecos amarillos ganan en Francia: El presidente Macron agacha el moño y retrocede en la decisión de aumentar el impuesto al diesel.
Donald Trump se ablanda y suspende su guerra comercial con China, pero a cambio Xi Jinping cede y se compromete a comprar más productos a Estados Unidos, junto con respetar la propiedad industrial y no seguir copiando sin pagar los costos…
En Chile, el presidente renuncia a su plan de bajar el impuesto a las empresas y tiene que hacer concesiones en varios proyectos de ley, porque la oposición pone barreras en el Congreso.
La política está hecha de cosas como ésas: contiendas que terminan en concesiones; se negocia y se transa, en aras de acuerdos y de cambios siempre parciales. Cuando se logran, la realidad tiende a mejorar.
Donde las concesiones y las bajadas de moño se vuelven perversas, es en instituciones que deben funcionar de manera ordenada, sin deliberación democrática, porque su naturaleza las define de otra manera. Se deben al resguardo del orden y la integridad del Estado o al control del funcionamiento de ese Estado.
Es lo que está pasando en varios organismos.
En Carabineros, los generales directores han tenido que responder, mal o peor, primero por la dafraudación a los chilenos que conocemos como el Pacogate, burlando a gobiernos y legisladores; luego por la invención e implantación de pruebas falsas; ahora por un crimen presuntamente cometido por sus efectivos y hasta por el posible desacato a las condiciones de una detención, si pensamos en el video del ex sargento investigado por el homicidio del comunero Catrillanca. No hay día en que alguien no plantee la renuncia del jefe de la policía.
En el Ejército, el comandante el jefe tiene que rendir cuentas, más allá del Milicogate, por sus imprudencias, reconocidas por él mismo, al hablar a sus subordinados precisamente tratando de mostrar autoridad, ante evidentes cuestionamientos internos. Tan evidentes, que también él mismo acusa cómo el mando en su institución está socavado por reiterados recursos judiciales de subalternos, que buscan revertir órdenes superiores.
En Contraloría, la segunda de a bordo derrota a su jefe en la Corte Suprema, dejándolo en entredicho por haber actuado de manera ilegal y arbitraria, a pesar de encabezar el organismo llamado, precisamente, a vigilar la legalidad y corrección de los actos de los funcionarios del Estado.
Si en democracia las cosas deben debatirse y los acuerdos negociarse de manera que posturas distintas confluyan en acuerdos y reformas que mejoren el país y el mundo en que vivimos, y ésa es la fortaleza y no la debilidad de la democracia… hay organismos donde los mandos frágiles no hacen sino poner en duda, y en una de ésas en peligro, la calidad y la seguridad de la propia democracia.
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