La fuerte alza que viene en las cuentas de la luz es sólo la última de una serie de otros aumentos de precios importantes para los bolsillos de los chilenos, que se han producido uno tras otro este año.
Partimos con el reajuste de los peajes en enero, como siempre muy por encima de la variación del IPC. Sólo los peajes urbanos en el Gran Santiago subieron en 6,4 por ciento como promedio al comenzar 2019.
La buena noticia del mismo enero, como fue la inauguración de la Línea 3 del Metro, fue opacada pocos días después por el alza de 20 pesos en los pasajes del Transantiago. El Metro llegó a los 800 pesos en hora punta.
En marzo, los gastos escolares subieron como promedio en 4,5 por ciento, ocho veces más que la variación del IPC en ese mismo mes, que fue de 0,5 por ciento.
Hace pocas semanas, cinco isapres anunciaron fuertes aumentos en los precios de sus planes, de 5,1 por ciento real, a pesar de que esos planes ya están expresados en UF y suben de valor todos los días. Es la mayor variación en 13 años.
Los combustibles están completando diez semanas seguidas de alzas, a un ritmo de casi seis pesos por litro a la semana para las bencinas. En el período de más consumo para calefacción, también la parafina y el gas licuado han venido subiendo.
Es verdad que el alza de la luz no tiene nada que ver con los famosos medidores inteligentes, y obedece principalmente a los costos de la generación de energía. Y esos costos, cuando se firmaron los contratos con las generadoras, en 2014, respondían a la matriz energética de ese momento: la mitad, formada por centrales térmicas alimentadas con gas natural, carbón o petróleo importado. Por eso, es relevante el factor dólar.
Por último, sí, se espera una fuerte baja de las cuentas de la luz después de 2021, porque han entrado con fuerza las energías alternativas.
Pero todo lo anterior se explica tarde, mal y nunca.
El gobierno parece no asumir que hay una desconfianza extendida en la gente; que se sospecha de letra chica en todo lo que se anuncia; que especialmente lo que afecta el bienestar de las familias exige explicaciones claras, completas y a tiempo. Que hay una oposición lista para lanzarse con todo en cada oportunidad que se le abre, y que además es mayoría en el Congreso.
Esto supera con mucho las responsabilidades de las autoridades sectoriales, que también las tienen.
Queda claro más bien que hay un alarmante déficit político.
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