No sólo los carabineros están sobrepasados.
Los chilenos estamos sobrepasados.
Los que estamos en los medios con vocación de responsabilidad, nos hemos pasado seis semanas tratando de confrontar hechos duros con esperanzas; poniendo en la balanza las peores noticias con las que dan luces de algunas soluciones; recogiendo dolores y expectativas, y administrando respuestas mezquinas o generosas, pero que no terminan de despejar ningún horizonte.
En esta montaña rusa de esperanzas y decepciones, demasiadas veces hemos pecado de candidez.
A ratos hemos querido creer lecturas expertas de lo que está pasando... para darnos cuenta al final de que nadie tiene idea.
Y así, se escucha a personas sensatas llamando a evitar cosas tan tremendas como la confrontación entre chilenos; se declara el miedo a escenarios que creíamos tan inverosímiles como la interrupción de la democracia.
Salidas trágicas que de pronto no se ven tan imposibles, porque, para empeorar el cuadro, algunos extraviados las quieren y las piden.
En las calles, la fuerza pública sigue estando donde no tiene que estar, mientras no se la ve donde debiera estar. Se violan gravemente derechos humanos y se arriesgan condenas y reparaciones que van a ser costosas, mientras la impunidad sigue prevaleciendo.
El gobierno arremete con una batería de proyectos que aumentan penas... pero que a duras penas tienen agua en la piscina política y que van a ser inútiles, si las policías no son capaces de dar con los responsables, detenerlos y presentar pruebas contra ellos.
Es muy grave que el ministro de Hacienda tenga que reconocer que el país está secuestrado por la delincuencia.
Es exactamente lo que los chilenos estamos viendo todos los días, pero puesto en palabras del jefe del equipo económico explica en buena parte por qué los capitales se están yendo y el dólar se dispara.
El gobierno se muestra incapaz de administrar el Estado, controlar el orden público, cuidar la economía y mantener la gobernabilidad.
La oposición, dividida, desorientada y ensimismada, no parece ser hoy alternativa para manejar el Estado, restaurar el orden, recuperar la economía y asegurar la gobernabilidad.
Parte de ella parece festejar el clima que vivimos, despreciando toda responsabilidad política.
Por eso los chilenos estamos sobrepasados.
No queremos perder la esperanza, porque en medio de todo hay quienes proponen, hay ideas dando vueltas, y siempre pueden surgir candidatos a liderar caminos sensatos al futuro...
Más nos vale que sea así, porque en el escenario desolador de estos días, las encuestas empiezan a capturar las peores alternativas imaginables.