#ElADNdelDía
La economía chilena no tuvo un frenazo. Está sufriendo un porrazo.
El informe de política monetaria del Banco Central no sólo confirmó en estos días lo que ya conocíamos: una caída de la actividad, con un costo millonario en destrucción, trabajo a media máquina, nuevos cesantes por necesidades de la empresa.
También cambió la visión de lo que viene: un crecimiento prácticamente detenido por al menos un año, con desempleo sobre 10 por ciento en los primeros meses de 2020... y, tanto o más preocupante para el futuro: con una inversión total cayendo fuerte el año próximo, lo que no permite augurar una recuperación por un buen tiempo.
Pero la culpa no era mía, podrían reclamar, como las mujeres, los millones de chilenos que se han movilizado en las últimas siete semanas.
Claro que no: la culpa directa es de quienes han destruido, vandalizado, saqueado, impedido el movimiento de la gente para ir a trabajar. Y también del gobierno, que no ha sido capaz de mantener el orden público y el imperio de la ley en todo el territorio.
Es esa combinación la que impide a la economía funcionar, al comercio vender, a los consumidores comprar; la que lleva a los ahorrantes a rescatar sus platas para comprar dólares, retroalimentando todos una espiral de incertidumbre y desánimo que nos tiene como estamos.
Pero el Banco Central dirige su mensaje más allá: a la clase política, que tantas veces parece tan desconectada de las mayorías que trabajan y sobreviven, y que necesitan seguridades sostenibles y no irreales... o infinanciables.
En siete semanas vivimos un remezón de conciencias y de visiones, que forzó cambios fundamentales en la forma en que concebimos nuestro desarrollo. Cambios que se empiezan a plasmar en las agendas social y constitucional. Apenas estamos empezando con ellas, con patinazos y trastabillones... pero empezando.
Ahora, mal que nos pese, el porrazo económico nos obliga a todos a volver a revisar nuestras miradas, y reordenar otra vez esas agendas.
Tomemos conciencia de algo: reactivar busca solo recuperar el punto en el que estábamos, y necesitamos más que eso.
Porque es así de simple, así de cierto y así de crudo: sin crecimiento nos hacemos más desiguales... y parece que la idea era justo lo contrario, ¿o no?
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