Esta es la segunda parte de mi análisis sobre el proyecto de ley que busca instaurar la televisión digital en Chile.
Más allá de las disposiciones referidas al Consejo Nacional de Televisión y a la capacidad de intervención que el proyecto de TVD otorga al gobierno de turno, incluso en los contenidos de la industria televisiva (aspectos comentados en un posteo anterior), el proyecto introduce reformas interesantes, pero con alcances también inquietantes.
Concesiones “con medios propios”
y “con medios de terceros”
Una novedad atractiva es la diferenciación entre las concesiones de radiodifusión televisiva “con medios propios”, y aquéllas “con medios de terceros”. Esto es, en el nuevo modelo no habrá una vía única y exclusiva para desarrollar proyectos de televisión como ha sido hasta ahora, sino dos: además de la modalidad que hemos conocido por décadas, podrá contratarse a terceros la “puesta en el aire” de señales de televisión; esto es, no de programas individuales, sino de programaciones televisivas.
Lo que introduce cierta asimetría en este sugerente modelo, sin embargo, es que las concesiones con medios propios durarán 20 años y aquéllas con medios de terceros sólo cinco. Una razón atendible para esta diferenciación es, obviamente, la muy distinta exigencia de inversión bajo uno u otro esquema.
Un detalle que enriquecería y haría más diverso el modelo es que también se podrán obtener concesiones parciales cuando se contraten “remanentes” de espectro a concesionarios con medios propios. Lo que el proyecto no termina de definir en este punto es en qué condición queda la concesión original del concesionario con medios propios que transfiere esa porción de “espectro remanente”. Entendemos que en la práctica renuncia a explotarla, lo que reduciría sus derechos y también sus obligaciones originales, ya que esa transferencia no consiste en un arriendo, comodato o venta, sino sólo en una cesión de espectro que será otorgada en concesión “con todas las de la ley” a un titular distinto, y no por el concesionario original, sino por el CNTV… y sin concurso público.
El peligro de una “majamama”
en el espectro radioeléctrico
Da la impresión de que se abren modalidades poco claras, no igualitarias y, en una de ésas, no plenamente transparentes de adjudicación de múltiples parcialidades del espectro radioeléctrico.
Cabría preguntarse si no sería más conveniente asignar desde un comienzo los anchos de espectro a los concesionarios que “califiquen” para que los exploten en plenitud; y que las porciones no utilizadas por esos concesionarios con posterioridad a la adjudicación (porque no fueron capaces de sustentar sus proyectos, porque los modificaron o por cualquier otra razón), simplemente sean devueltas al Estado para su nueva licitación pública e igualitaria.
¿Conllevaría esto la necesidad de establecer porciones de espectro diferenciadas, unas “más anchas” que otras?
El problema es que, de acuerdo al proyecto en trámite, aparentemente podríamos llegar a esa realidad de todos modos, y de una forma ostensiblemente más desordenada y, quizás, menos transparente.
¿No corremos el peligro de encontrarnos en un futuro indeterminado con una verdadera “majamama” en el espectro radioeléctrico?
Las benditas barreras de entrada:
Incumbentes con ventaja
Pese a lo anterior, hay que celebrar que la norma general deje claramente establecido que las renovaciones de concesiones serán transparentes: públicas, mediante concursos abiertos, con reglas iguales para todos… o para casi todos.
Aquí hay un punto menos alegre: el proyecto indica que las concesionarias en ejercicio tendrán siempre “derecho preferente” para adjudicarse un nuevo período a igual propuesta técnica. De acuerdo: se está atendiendo el factor inversión. Pero, entonces, ¿por qué se les dio 20 años de concesión? ¿Que no se supone que ese plazo es suficiente para recuperar esa inversión e incluso obtener ganancias? ¿No debiéramos entender que, cumplidos los 20 años de concesión, “la deuda está saldada” y por algo se abre un nuevo concurso? ¿No debieran llegar todos los interesados en igualdad de condiciones? ¿Por qué mantener esa ventaja asimétrica que en la práctica se convierte en barrera de entrada para nuevos actores en la industria?
Así como en otros sectores de la economía y en especial de la política, parece que mantenemos la mala costumbre de privilegiar a los incumbentes y castigar a los desafiantes.
La propuesta de un “royalty”
Es inevitable vincular esta norma a otra que se ha discutido, pero que no existe: la gratuitad de las concesiones. El espectro radioeléctrico es público y escaso, pero se adjudica mediante el sistema de concesiones a título gratuito, sin que sus verdaderos propietarios titulares (todos nosotros) obtengamos pago a cambio.
Un argumento atendible podría ser el siguiente: si ni siquiera hay un derecho de transmisión que deban pagar los concesionarios, debemos entender que ellos habrán sido beneficiarios del usufructo de esa concesión durante 20 años y, por ende, debieran competir al menos en igualdad de condiciones con los posibles nuevos interesados en adjudicársela en el período siguiente.
Un escenario-base diferente estaría dado por el pago de una suerte de derecho (o un “royalty”, como han propuesto senadores de la Concertación).
Canales locales y comunitarios:
¿Cómo competirán con “los grandes”?
Harina de otro costal es la diferenciación entre concesiones nacionales, regionales, locales y comunitarias. Parece razonable abrir con claridad y equidad la industria a actores de toda envergadura, que tengan proyectos televisivos de alcances geográficos, demográficos y culturales diversos.
Sólo cabría preguntarse si el modelo contemplado a este respecto en el proyecto es acertado, lo que no tenemos tan claro.
Curiosamente, es en el nivel regional donde el proyecto aborda una controversia que se ha desatado entre los actuales canales abiertos y las empresas de televisión pagada, definidos también en la ley como “operadores de servicios limitados de televisión terrestre”. Y lo hace estableciendo un criterio favorable a los cableoperadores, y no a los canales abiertos, desde el momento en que no sólo autoriza, sino exige a los primeros llevar las señales abiertas en sus “parrillas”. De pago por este concepto, nada. En otras palabras, los operadores de TV pagada estarán “obligados” a mejorar (o, digamos, ampliar) su oferta… sin pagar un peso a los concesionarios de TV abierta.
Hay un par de preguntas que hacerse frente al capítulo de las concesiones de televisión “comunitaria”. El proyecto indica que podrán ser operadores de este tipo de señales los sindicatos, juntas de vecinos, asociaciones gremiales, comunidades indígenas, comunidades agrícolas, iglesias, organizaciones de consumidores, colegios sin fines de lucro, clubes deportivos y otras organizaciones.
¿Cómo se entiende que podrían competir canales abiertos de ese tipo de entidades, frente a la “gran industria” televisiva operando en otros segmentos del mismo espectro?
Si se trata sólo de organizaciones sin fines de lucro, ¿qué incentivos tendrán para poner en el aire buena programación? ¿Qué audiencias se espera que tengan esos canales comunitarios? ¿Cómo resolver las diferencias de recursos que tendrían, por ejemplo, ciertas asociaciones gremiales de carácter empresarial, versus otras entidades menos favorecidas?
Y sobre todo: ¿vale la pena otorgar porciones de un valioso espectro radioeléctrico a operadores sin recursos, condenados a ínfimas audiencias, que tendrían que desarrollarse en una “jungla” televisiva poblada de gigantescos grupos económicos y multinacionales de las comunicaciones? ¿Vale la pena, si pensamos en que hoy existen otras plataformas que parecerían mucho más funcionales a los proyectos y contenidos comunitarios, como aquéllas que hace posible la web?
Nuevamente aquí parece seguir prevaleciendo la concepción ya superada de una televisión entendida como “el” medio por excelencia, que debe ser regulado hasta el más mínimo detalle, porque se trataría de un “bien social”, de una vía sin igual para la educación y la cultura, etc.
Dudo que la televisión haya sido eso jamás. Pero estoy seguro de que, si lo fue alguna vez, ya no lo es y menos lo será en el futuro.
Puntos buenos: libre competencia
y “ventanilla única”
Un aspecto destacable del proyecto de TVD es que se consagra sin dejar lugar a dudas el papel que tendrá la Fiscalía Nacional Económica frente a cualquier cambio en la propiedad de las concesiones, que podrá objetar esos cambios si atentan contra la libre competencia. Punto para el proyecto.
Se ha debatido mucho un aspecto del proyecto que dice relación con los concursos públicos para adjudicarse las concesiones de TVD: el hecho de que esos concursos quedan radicados en el CNTV, que para todos los aspectos técnicos haría únicamente las veces de “buzón”, porque el Consejo deberá remitir a la Subsecretaría de Telecomunicaciones los proyectos técnicos de los postulantes.
Hay quienes critican el hecho de que sea un consejo formado por un puñado de “personalidades” el que adjudique las concesiones, empleando criterios subjetivos para aprobar o rechazar contenidos; otros cuestionan que en realidad sea la Subtel la que adjudique en definitiva, sólo a partir de aspectos técnicos y sin reparar en los contenidos, más allá de lo que diga el CNTV.
Me temo que ésta será una discusión nunca resuelta de manera definitiva. Sí parece razonable y práctico que exista una “ventanilla única” para tramitar las concesiones (el CNTV) y no haya instancias paralelas para hacerlo.
Nos queda pendiente el análisis de algunos de los aspectos más controversiales del proyecto de TVD: la posibilidad de que el espectro radioeléctrico sea utilizado para emitir señales pagadas, y la diferencia que podría consagrarse para siempre entre concesionarios perpetuos y concesionarios a plazo fijo.
To be continued...
3 comentarios:
Se agradece bajar estos temas al nivel del ciudadano de a pie.
Es fácil quedarse en los titulares y en los beneficios de la TVD , pero al igual que un crédito, no solo importa la cuota baja sino también, el costo final del crédito.
Respeto de la participación de las organizaciones sociales pequeñas, habría que mirar el ejemplo de la radio y su segmentación en especial en AM donde a pesar de la creencia popular, que esta llena de radios evangélicas y vendedores de pomadas ( una clasificación que no comprado por que se coloca a la misma altura a dos actores distintos)las radios AM y las radios comunitarias o comunales brindan servicios o espacios interesantes que no son vistos desde las miradas centralizadas como las nuestras.
Quedo atento a la continuación...
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@mauriciohofmann estuve leyendo tus observaciones a proy de tv digital. Muy interesante. Traslado inquietudes para mayor discusión. Saludos
@Huichalaf
COMENTARIO VIA TWITTER:
@mauriciohofmann Interesante análisis sobre TV digital. recomiendo también columna en La Segunda de economista de LyD Susana Jimenez
@luislarrainlyd
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