miércoles, 25 de septiembre de 2019

El grito de Greta

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Pasó lo que cabía temer: los líderes más poderosos del mundo no solo desoyeron, sino que despreciaron el discurso de Greta Thunberg. 

Los interpelados ni siquiera se dieron por aludidos.

En buena hora, el presidente de Chile sí recogió y casi reprodujo en la ONU parte de lo que había dicho esta adolescente sueca, y la invitó a la COP 25 en Chile.

A pesar de la indiferencia de algunos, las palabras de Greta van a seguir resonando en millones de conciencias.

“Sólo hablan de dinero, y de cuentos de hadas sobre crecimiento económico eterno”, dijo. 

Queriéndolo o no, con esa frase puso en el centro de la discusión mundial la dicotomía que sí ha existido entre crecimiento y medio ambiente. 

Las posiciones en ese debate suelen coincidir en buena parte con las posiciones de capitalistas y estatistas, de liberales y progresistas, de derechas e izquierdas. 

Categorías binarias, de guerra fría, de siglo 20. 
Si nos quedamos pegados en ellas, no tenemos destino.

Greta repite cada vez que puede: “No me escuchen a mí: escuchen a los cientificos”.

Pero quizás no solo hay que escuchar a los científicos...

La Academia Sueca, tan sueca y tan del mundo como Greta, entregó recién el año pasado el Nobel de Economía a los estadounidenses Paul Romer y William Nordhaus. 

El segundo ha estudiado desde los años 70 cómo el crecimiento puede ser consistente con el cuidado del planeta. 

Y propone nuevos modelos de desarrollo, con impuestos crecientes al carbono para que no salga gratis o tan barato como hoy emitir gases de efecto invernadero… con colaboración entre gobiernos; con aranceles de castigo a las exportaciones de los países que no participen; con regulaciones e incentivos bien puestos. 

Por ahí van algunas de sus ideas…

Sí ha habido una dicotomía entre crecimiento y medio ambiente, pero no necesariamente tiene que seguir existiendo.

Y menos mal, porque millones en el mundo necesitan crecimiento.

Greta Thunberg habla por los que están sufriendo y muriendo por el desastre climático, pero no habla desde o entre ellos. Ella misma se reconoció como “afortunada”. 

Claro: viene de una de las sociedades más avanzadas y con mayor bienestar del planeta.

Pero muy lejos de Nueva York y de Estocolmo, probablemente sin haber oído nunca hablar de Greta, millones de  no afortunados padecen niveles de miseria y de hambre que sin crecimiento no se puede revertir. 

Hacerlo sustentable y equitativo: sí se puede.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Megasequía: Pasándonos por encima

La megasequía está cambiando nuestro lenguaje y empezamos a barajar soluciones: recursos de emergencia, gestión del agua, desalar el mar, carreteras hídricas. Pero todas tienen consecuencias. #ElADNdelDía




La megasequía ya está golpeando a los chilenos y, entre ellos, los más pobres. 
Entre los grupos humanos más afectados están los crianceros de cabras de la Región de Coquimbo Sur, y los pequeños agricultores de la Región de Valparaíso interior. 

Illapel, Salamanca, Petorca, Cabildo, son hoy los nombres de la crisis. 

Cada pocos días se suman las comunas declaradas “bajo escasez hídrica” o en “emergencia agrícola”. 
El número va a seguir creciendo, y con ello el flujo de platas para morigerar en una parte el drama. Pero no hay recursos infinitos para enfrentar una crisis que va a durar un tiempo indefinido, mientras el mundo esté en emergencia climática. 

Sequía estructural, decía en estos días el ministro de Obras Públicas.

Escasez hídrica, emergencia agrícola… Estamos incorporando esos conceptos a nuestro lenguaje. También ya hablamos de los negacionistas, para referirnos a los que desconocen el calentamiento global. Gente de tanto deterioro intelectual como los terraplanistas, pero más peligrosa.

También estamos aprendiendo que hay opciones, como mejorar la gestión del agua… pero cada vez con menos agua que gestionar.

O como desalar el agua del mar, que antes era muy caro y hoy es más barato… pero hay que devolver al mar la salmuera resultante, con un enorme daño ecológico si proliferan las plantas desaladoras por todos lados.

O las carreteras hídricas, emulando los acueductos romanos, para traer agua dulce de los ríos del sur… pero no se puede sacar esa agua ríos arriba, porque sería quitarla  de donde está naturalmente para regar zonas enteras, en todo el recorrido de esos ríos; habría que sacarla desde las desembocaduras, pero eso es a nivel del mar, y bombear el agua para subirla a zonas interiores implica un alto gasto de energía . Además, quitar esa agua dulce que se mezcla con el mar también dañaría los ecosistemas en los deltas de esos ríos.

Nos gusta escuchar que como país tenemos las mayores reservas de agua dulce del planeta, en los Campos de Hielo norte y sur… ¿Pero hemos pensado si tenemos derecho a usarla? ¿Y qué va a pasar cuando un día no tan lejano las guerras ya no sean por el petróleo, sino por el agua… o los hielos?

Hay demasiado que estudiar y debatir. Pocas veces los científicos fueron tan importantes de financiar y de escuchar. 

Nuestros gobernantes y líderes políticos harían mucho mejor en ocuparse de estos temas que de tantos otros que copan su tiempo por estos días. 

La emergencia ya nos está empezando a pasar por encima.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

40 horas: ¿Llegó la hora?

El debate sobre las #40horas se volvió imparable. Reducir la jornada laboral ya es ineludible. Pero hay varios puntos que poner sobre la mesa.#ElADNdelDía


La discusión sobre la jornada laboral se volvió imparable.
Viéndolo ahora, es increíble que no habláramos de una reforma como esta desde la última, hace casi 15 años. 
El mundo avanza más rápido que nuestros cambios en el ámbito del trabajo. 
El debate sobre flexibilidad también ya está atrasado. La inmigración, la automatización y los cambios culturales están pasándole por encima a nuestro régimen laboral del siglo 20.
Si el proyecto de las 40 horas choca con la Constitución, a estas alturas da lo mismo, porque es ineludible: hay que reducir jornada y tendrá que ser entonces con una ley del Ejecutivo, o que el Ejecutivo patrocine.
De hecho, ahí está el proyecto del propio gobierno, de flexibilidad con límite de 41 horas promedio.
La solución estaría más cerca de lo que muestra la confrontación furibunda de los políticos.
Como sea, un proyecto de reducción de jornada va a tener que hacer frente a varias cosas que el actual de 40 horas elude: primero, cómo resiste el empleo, si reducir cinco horas a la semana implica pagar 11 por ciento más por hora trabajada. 
Es más costo laboral, justo cuando la reforma a las pensiones también supone más costo laboral.
Por ejemplo, equivale a subir los sueldos de todos los asalariados en 11 por ciento. 
También sería igual a dar a todos los trabajadores una tarjeta para que tengan un 11 por ciento de descuento en todo lo que compren; es como bajar los precios para todos. 
O equivale a tener cerca de un mes y medio de vacaciones extras, además de las actuales. Claro, porque estamos hablando de unas 250 horas acumuladas al año.
Podríamos elegir qué preferimos, ¿o no?
Pero no suena muy realista.
Hay que darle hartas vueltas al tema. Poner muchos ejemplos en la mesa de discusión: qué pasa con las secretarias, con los paramédicos en los hospitales, con los profesores, con los choferes del transporte público, con los dependientes del comercio, con los que ganan renta variable según sus ventas, con los conserjes, con los mineros y los pescadores.
Y hay que poner en la mesa otro dilema: si se legisla con una gradualidad diferenciada para las grandes empresas y para las pymes, por unos años tendríamos trabajadores de 45 horas y trabajadores de 40 horas. Y eso se parece peligrosamente a tener trabajadores de primera y segunda clase.

Lo que no pueden hacer ni el gobierno ni los legisladores, es quedarse empantanados, porque no avanzar en reducción de jornada, y también en flexibilidad, capacitación, innovación… tampoco suena muy realista.