Pasó lo que cabía temer: los líderes más poderosos del mundo no solo desoyeron, sino que despreciaron el discurso de Greta Thunberg.
Los interpelados ni siquiera se dieron por aludidos.
En buena hora, el presidente de Chile sí recogió y casi reprodujo en la ONU parte de lo que había dicho esta adolescente sueca, y la invitó a la COP 25 en Chile.
A pesar de la indiferencia de algunos, las palabras de Greta van a seguir resonando en millones de conciencias.
“Sólo hablan de dinero, y de cuentos de hadas sobre crecimiento económico eterno”, dijo.
Queriéndolo o no, con esa frase puso en el centro de la discusión mundial la dicotomía que sí ha existido entre crecimiento y medio ambiente.
Las posiciones en ese debate suelen coincidir en buena parte con las posiciones de capitalistas y estatistas, de liberales y progresistas, de derechas e izquierdas.
Categorías binarias, de guerra fría, de siglo 20.
Si nos quedamos pegados en ellas, no tenemos destino.
Greta repite cada vez que puede: “No me escuchen a mí: escuchen a los cientificos”.
Pero quizás no solo hay que escuchar a los científicos...
La Academia Sueca, tan sueca y tan del mundo como Greta, entregó recién el año pasado el Nobel de Economía a los estadounidenses Paul Romer y William Nordhaus.
El segundo ha estudiado desde los años 70 cómo el crecimiento puede ser consistente con el cuidado del planeta.
Y propone nuevos modelos de desarrollo, con impuestos crecientes al carbono para que no salga gratis o tan barato como hoy emitir gases de efecto invernadero… con colaboración entre gobiernos; con aranceles de castigo a las exportaciones de los países que no participen; con regulaciones e incentivos bien puestos.
Por ahí van algunas de sus ideas…
Sí ha habido una dicotomía entre crecimiento y medio ambiente, pero no necesariamente tiene que seguir existiendo.
Y menos mal, porque millones en el mundo necesitan crecimiento.
Greta Thunberg habla por los que están sufriendo y muriendo por el desastre climático, pero no habla desde o entre ellos. Ella misma se reconoció como “afortunada”.
Claro: viene de una de las sociedades más avanzadas y con mayor bienestar del planeta.
Pero muy lejos de Nueva York y de Estocolmo, probablemente sin haber oído nunca hablar de Greta, millones de no afortunados padecen niveles de miseria y de hambre que sin crecimiento no se puede revertir.
Hacerlo sustentable y equitativo: sí se puede.
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