A propósito de crisis políticas, democracias en vilo y válvulas de escape...
#ElADNdelDía
El presidente Piñera disolviendo el Congreso y mandando para la casa a diputados y senadores...
No sacamos nada con imaginarlo: la Constitución no lo permite.
Pero el Congreso sí puede acusar constitucionalmente al Presidente de la República, por razones como comprometer gravemente la seguridad o el honor de la nación, o violar la Constitución y las leyes.
En Perú fue más brutal: el presidente disolvió el Congreso, y ese Congreso trató de sacarlo del puesto, nombrando a una presidenta interina, que 24 horas después renunció. Todo, sin mediar acusación, ni debate ni proceso alguno.
La crisis peruana se despeja un poco, porque vuelve a haber un solo presidente. Y en una de ésas, no sólo habrá elecciones legislativas, sino generales, incluyendo la de presidente.
Si así ocurre, el lío que armaron podría estar resolviéndose… sí, en los márgenes, pero no tan fuera del cauce constitucional.
Al menos, sin un quiebre democrático ni el paso a una dictadura. Como ocurrió el 92, cuando Fujimori cerró también el Congreso, pero suspendió al mismo tiempo al Poder Judicial, desplegó a las Fuerzas Armadas, cercó a los opositores y limitó la libertad de expresión.
Nada de eso ha pasado ahora en Perú.
Cuando los sistemas políticos abren vías de escape a las crisis, pueden tener mejores posibilidades de resolverlas.
En pequeña escala acaba de sortearse un escenario parecido en Chile: la acusación constitucional contra la ministra Cubillos, que siguió los procedimientos, fracasó, y fin del capítulo.
En Estados Unidos, la oposición demócrata inició el proceso del “impeachment”, para destituir al presidente Trump. Él acusa intento de golpe de Estado, pero la Constitución da al Congreso esa facultad, y ya se ha usado antes.
En el Reino Unido, el primer ministro llevaba semanas en el cargo, cuando decidió suspender al Parlamento por más de un mes, con la venia de la reina. Allá es distinto, porque es una democracia parlamentaria y Johnson es diputado. Pero la contienda se dio con el Poder Judicial, que dejó sin efecto la movida de Johnson y dejó muy mal parada a la reina.
Los choques entre los poderes pueden ser de frente; generar enorme incertidumbre; asustar a los mercados… arriesgar incluso quiebres democráticos. La destitución de un presidente puede ser traumática e incluso injusta.
Pero cuando esos procesos se dan dentro de la democracia, aunque la ponga en vilo, no necesariamente son insanos.
Los ciudadanos despiertan del letargo; las instituciones se prueban con ellos, y las democracias pueden demostrarse vivas y dinámicas.
Más traumáticas, más injustas, más costosas y más dolorosas son las dictaduras inmutables.
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