#ElADNdelDía
Se dispara la victimización.
Más hogares declaran haber sido víctimas de la delincuencia.
Hay una brecha socioeconómica evidente, porque los más afectados son los sectores de ingresos más bajos… y hay una inevitable lectura política: la de un fracaso del actual gobierno en una de sus prioridades.
Pero los datos de la Fundación Paz Ciudadana revelan también un alarmante desplome de las confianzas: cae el número de denuncias, a pesar de que crece el número de delitos.
No es una contradicción vital.
Es una contradicción fatal.
Menos gente cree en el sistema de justicia; en que policías, fiscales y jueces van a responder a esas denuncias; en que los culpables van a pagar.
Es una sensación general de impunidad.
¿Y qué confianza se puede pedir cuando ha quedado a la vista la corrupción extendida en el alto mando de Carabineros?
¿O cuando hay noticias cotidianas de uniformados dados de baja por estar ellos mismos vinculados a la delincuencia, al narcotráfico, al abuso policial?
¿Qué afecto por el sistema puede haber cuando el director de la PDI está cuestionado por un despilfarro visible en lujos inaceptables?
¿De qué confianza podemos hablar si hay jueces echados por corrupción y arriesgando condenas penales por presuntos delitos?
¿Si hasta un fiscal está acusado de violar la ley?
¿Si los políticos que falsearon boletas y facturas están todos libres, si los empresarios que las usaron para defraudar al Fisco son más ricos ahora que antes?
¿Y los crímenes sexuales cometidos por religiosos que no han pasado un día en la cárcel?
Todo eso, en las esferas del poder.
En la visión de demasiada gente, también el portonazo del día, el cogoteo en la esquina y el vandalismo en las protestas suelen quedar impunes.
En el Instituto Nacional, hay estudiantes capaces de quemar a un carabinero y de incendiar su propio colegio, a vista y paciencia de una policía que no actúa o lo hace sin resultados, porque la violencia sigue.
Desde que asumió, el gobierno ha buscado lucir unos operativos masivos todos los meses, que acumulan ya decenas de miles de detenidos. Como para llenar varias veces todas las cárceles chilenas.
También se han exhibido ante los medios unas deportaciones masivas de inmigrantes en problemas con la ley.
Pero los delitos aumentan en vez de disminuir. ¿Entonces no eran ellos los culpables?
En el debate político, falta una derecha más dispuesta a prevenir que a condenar; a resinsertar a los niños y jóvenes que no van al colegio que a controlarles la identidad... y falta una izquierda menos acomplejada con endurecer la mano y castigar en serio a los delincuentes.
En algún terreno intermedio podría haber al menos un camino de solución, porque al final sólo allí pueden construirse acuerdos para reformas serias y no populistas; para presupuestos contundentes que financien programas eficaces, y no más voladores de luces.
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