miércoles, 4 de septiembre de 2019

40 horas: ¿Llegó la hora?

El debate sobre las #40horas se volvió imparable. Reducir la jornada laboral ya es ineludible. Pero hay varios puntos que poner sobre la mesa.#ElADNdelDía


La discusión sobre la jornada laboral se volvió imparable.
Viéndolo ahora, es increíble que no habláramos de una reforma como esta desde la última, hace casi 15 años. 
El mundo avanza más rápido que nuestros cambios en el ámbito del trabajo. 
El debate sobre flexibilidad también ya está atrasado. La inmigración, la automatización y los cambios culturales están pasándole por encima a nuestro régimen laboral del siglo 20.
Si el proyecto de las 40 horas choca con la Constitución, a estas alturas da lo mismo, porque es ineludible: hay que reducir jornada y tendrá que ser entonces con una ley del Ejecutivo, o que el Ejecutivo patrocine.
De hecho, ahí está el proyecto del propio gobierno, de flexibilidad con límite de 41 horas promedio.
La solución estaría más cerca de lo que muestra la confrontación furibunda de los políticos.
Como sea, un proyecto de reducción de jornada va a tener que hacer frente a varias cosas que el actual de 40 horas elude: primero, cómo resiste el empleo, si reducir cinco horas a la semana implica pagar 11 por ciento más por hora trabajada. 
Es más costo laboral, justo cuando la reforma a las pensiones también supone más costo laboral.
Por ejemplo, equivale a subir los sueldos de todos los asalariados en 11 por ciento. 
También sería igual a dar a todos los trabajadores una tarjeta para que tengan un 11 por ciento de descuento en todo lo que compren; es como bajar los precios para todos. 
O equivale a tener cerca de un mes y medio de vacaciones extras, además de las actuales. Claro, porque estamos hablando de unas 250 horas acumuladas al año.
Podríamos elegir qué preferimos, ¿o no?
Pero no suena muy realista.
Hay que darle hartas vueltas al tema. Poner muchos ejemplos en la mesa de discusión: qué pasa con las secretarias, con los paramédicos en los hospitales, con los profesores, con los choferes del transporte público, con los dependientes del comercio, con los que ganan renta variable según sus ventas, con los conserjes, con los mineros y los pescadores.
Y hay que poner en la mesa otro dilema: si se legisla con una gradualidad diferenciada para las grandes empresas y para las pymes, por unos años tendríamos trabajadores de 45 horas y trabajadores de 40 horas. Y eso se parece peligrosamente a tener trabajadores de primera y segunda clase.

Lo que no pueden hacer ni el gobierno ni los legisladores, es quedarse empantanados, porque no avanzar en reducción de jornada, y también en flexibilidad, capacitación, innovación… tampoco suena muy realista.

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