jueves, 17 de octubre de 2019

Delincuencia: Impunidad frustrante

Crece la victimización y bajan las denuncias. Una "contradicción fatal" que nos habla de una sensación general de impunidad.
#ElADNdelDía



Se dispara la victimización. 
Más hogares declaran haber sido víctimas de la delincuencia.

Hay una brecha socioeconómica evidente, porque los más afectados son los sectores de ingresos más bajos…  y hay una inevitable lectura política: la de un fracaso del actual gobierno en una de sus prioridades.

Pero los datos de la Fundación Paz Ciudadana revelan también un alarmante desplome de las confianzas: cae el número de denuncias, a pesar de que crece el número de delitos. 

No es una contradicción vital. 
Es una contradicción fatal.

Menos gente cree en el sistema de justicia; en que policías, fiscales y jueces van a responder a esas denuncias; en que los culpables van a pagar.

Es una sensación general de impunidad.

¿Y qué confianza se puede pedir cuando ha quedado a la vista la corrupción extendida en el alto mando de Carabineros? 
¿O cuando hay noticias cotidianas de uniformados dados de baja por estar ellos mismos vinculados a la delincuencia, al narcotráfico, al abuso policial?
¿Qué afecto por el sistema puede haber cuando el director de la PDI está cuestionado por un despilfarro visible en lujos inaceptables?
¿De qué confianza podemos hablar si hay  jueces echados por corrupción y arriesgando condenas penales por presuntos delitos?
¿Si hasta un fiscal está acusado de violar la ley?
¿Si los políticos que falsearon boletas y facturas están todos libres, si los empresarios que las usaron para defraudar al Fisco son más ricos ahora que antes?
¿Y los crímenes sexuales cometidos por religiosos que no han pasado un día en la cárcel?

Todo eso, en las esferas del poder. 

En la visión de demasiada gente, también el portonazo del día, el cogoteo en la esquina y el vandalismo en las protestas suelen quedar impunes.

En el Instituto Nacional, hay estudiantes capaces de quemar a un carabinero y de incendiar su propio colegio, a vista y paciencia de una policía que no actúa o lo hace sin resultados, porque la violencia sigue.

Desde que asumió, el gobierno ha buscado lucir unos operativos masivos todos los meses, que acumulan ya decenas de miles de detenidos. Como para llenar varias veces todas las cárceles chilenas. 

También se han exhibido ante los medios unas deportaciones masivas de inmigrantes en problemas con la ley. 

Pero los delitos aumentan en vez de disminuir. ¿Entonces no eran ellos los culpables?

En el debate político, falta una derecha más dispuesta a prevenir que a condenar; a resinsertar a los niños y jóvenes que no van al colegio que a controlarles la identidad... y falta una izquierda menos acomplejada con endurecer la mano y castigar en serio a los delincuentes.

En algún terreno intermedio podría haber al menos un camino de solución, porque al final sólo allí pueden construirse acuerdos para reformas serias y no populistas; para presupuestos contundentes que financien programas eficaces, y no más voladores de luces.

miércoles, 9 de octubre de 2019

"Fachos bioequivalentes"

La nueva intolerancia, el rechazo a la diversidad y el miedo indecible al diálogo.
#ElADNdelDía



Los fascistas nacieron en el siglo 20 en Italia, en línea con los nazis alemanes, después con los franquistas españoles. La patria y la raza eran sus consignas principales, y de ahí se derivaban posturas rotundas e intolerantes frente a todo lo que creyeran que iba contra eso. 

De ahí viene el término “facho”, antes usado para referirse a los pinochetistas, a los pro dictadura… y ahora, a veces, para atacar todo lo que se mueva en una dirección distinta a la propia.

En Estados Unidos, esta actitud se vio por estos días en quienes se lanzaron contra la actriz y comediante progresista Ellen de Generes, sólo porque estuvo sentada muerta de la risa con el ex presidente conservador George Bush, en un evento deportivo. Ambos, con sus esposas. Consecuente con su postura liberal de siempre, De Generes tuvo que salir a explicar que es amiga de mucha gente con la cual no comparte creencias.

En Chile, están los que las emprendieron contra Gabriel Boric, cuando se sumó en los inicios del actual gobierno a la comisión para la infancia, convocada por el presidente Piñera. El diputado tuvo que deshacerse en explicaciones defendiendo su decisión de colaborar en un tema país.

Lo mismo pasó esta semana porque el ex ministro y ex diputado socialista Osvaldo Andrade acogió otro llamado del presidente Piñera, a integrar un grupo de trabajo transversal para que proponga ideas sobre la jornada laboral. En su propio partido ya criticaron esa participación. ¿Que no puede estar ahí para dar su opinión, hasta donde sabemos concordante con la del PS? 

Todavía resuena también el intento de sacar al diputado independiente Pepe Auth de la mesa de la Cámara, porque votó contra la acusación constitucional a la ministra Cubillos, como si tuviera que obedecer alguna orden de partido, ¡si él no pertenece a ningún partido! Y además habiendo dado fundamentos para su voto, que no tienen por qué ser concordantes con las posiciones de los demás.

Puede que sólo sea la política de siempre, y estemos hablando de parlamentarios de bajo desempeño atacando a otro porque eso les da un minuto de pantalla; puede haber posiciones duras sólo para la galería, para disimular que en otros temas se vota con el adversario feliz de la vida. En fin…

El peligro aparece cuando ese impulso se convierte en intentos de censura. En actitudes totalitarias, intolerantes e inflexibles. Contrarias a toda diversidad, temerosas del diálogo. 

Ahí está el peligro, porque esos “nuevos fachos” o “fachos bioequivalentes” se convierten en los principales impulsores de los fachos originales, los de marca.

Esos que salen mucho más caros.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Democracias en vilo

¿Imagina al presidente Piñera cerrando el Congreso? ¿O a los parlamentarios iniciando un “impeachment” para sacar al presidente?
A propósito de crisis políticas, democracias en vilo y válvulas de escape...
#ElADNdelDía



El presidente Piñera disolviendo el Congreso y mandando para la casa a diputados y senadores...

No sacamos nada con imaginarlo: la Constitución no lo permite.
Pero el Congreso sí puede acusar constitucionalmente al Presidente de la República, por razones como comprometer gravemente la seguridad o el honor de la nación, o violar la Constitución y las leyes.

En Perú fue más brutal: el presidente disolvió el Congreso, y ese Congreso trató de sacarlo del puesto, nombrando a una presidenta interina, que 24 horas después renunció. Todo, sin mediar acusación, ni debate ni proceso alguno.

La crisis peruana se despeja un poco, porque vuelve a haber un solo presidente. Y en una de ésas, no sólo habrá elecciones legislativas, sino generales, incluyendo la de presidente.

Si así ocurre, el lío que armaron podría estar resolviéndose… sí, en los márgenes, pero no tan fuera del cauce constitucional. 
Al menos, sin un quiebre democrático ni el paso a una dictadura. Como ocurrió el 92, cuando Fujimori cerró también el Congreso, pero suspendió al mismo tiempo al Poder Judicial, desplegó a las Fuerzas Armadas, cercó a los opositores  y limitó la libertad de expresión. 
Nada de eso ha pasado ahora en Perú.

Cuando los sistemas políticos abren vías de escape a las crisis, pueden tener mejores posibilidades de resolverlas. 

En pequeña escala acaba de sortearse un escenario parecido en Chile: la acusación constitucional contra la ministra Cubillos, que siguió los procedimientos, fracasó, y fin del capítulo.

En Estados Unidos, la oposición demócrata inició el proceso del “impeachment”, para destituir al presidente Trump. Él acusa intento de golpe de Estado, pero la Constitución da al Congreso esa facultad, y ya se ha usado antes.

En el Reino Unido, el primer ministro llevaba semanas en el cargo, cuando decidió suspender al Parlamento por más de un mes, con la venia de la reina. Allá es distinto, porque es una democracia parlamentaria y Johnson es diputado. Pero la contienda se dio con el Poder Judicial, que dejó sin efecto la movida de Johnson y dejó muy mal parada a la reina.

Los choques entre los poderes pueden ser de frente; generar enorme incertidumbre; asustar a los mercados… arriesgar incluso quiebres democráticos. La destitución de un presidente puede ser traumática e incluso injusta. 

Pero cuando esos procesos se dan dentro de la democracia, aunque la ponga en vilo, no necesariamente son insanos. 

Los ciudadanos despiertan del letargo; las instituciones se prueban con ellos, y las democracias pueden demostrarse vivas y dinámicas.

Más traumáticas, más injustas, más costosas y más dolorosas son las dictaduras inmutables.