El gobierno sabe, aunque no lo declare, que tendrá que cambiar su proyecto. La oposición reconoce, aunque no lo diga, que tendrá que aceptar la parte medular de la propuesta oficial.
Por ejemplo, el gobierno parece no dispuesto a ceder en que los cuatro puntos adicionales de cotización vayan completos a las cuentas individuales de los trabajadores. Pero quizás podría aceptar que se sume un punto más a alguna modalidad solidaria, sea para financiar pensiones medias actuales o algún tipo de seguro colectivo. Con eso, la reforma coincidiría en parte con la que había enviado el gobierno anterior, y eso podría gustarle a la oposición.
Para el gobierno no sería perder nada fundamental; de hecho, ya está incorporando un componente colectivo, con el 0,2 por ciento adicional que iría a un seguro para los pensionados no autovalentes. Ya se metió en esa lógica.
Otro punto crucial es acelerar el aumento de la cotización para que no demore ocho años, y los resultados totales no se vean en tantas décadas. El peligro es dañar el empleo y los sueldos.
Pero hay mecanismos para enfrentar esto, como cambiar la lógica de la reforma tributaria, en una de ésas bajando el impuesto a las empresas (o sea, a los empleadores), incentivando así las contrataciones y compensando el costo laboral… de paso, ayudando a reactivar la inversión… a cambio de volver a subir el impuesto final a los dueños de las empresas, que absurdamente rebajó la reforma tributaria anterior.
Algunos opositores proponen no esperar la discusión completa de los cambios previsionales, e incorporar ya recursos fiscales al pilar solidario, para que el reajuste a las pensiones más bajas sea inmediato, en enero, financiado con el Presupuesto 2019 que tiene que ser despachado antes de fin de mes.
El gobierno rechaza separar esta parte del resto del proyecto; se resiste a aceptar la idea sin tener un compromiso de que la oposición aprobará lo sustancial de su reforma. El problema aquí es que el tiempo apremia este mes.
Todo esto, dicho en simple. Las soluciones técnicas son más complejas.
Pero los expertos las tienen; las están debatiendo en seminarios y documentos. Ahora deben persuadir a los políticos y sacarlos de las batallas ideológicas, porque lo que importa no es ser los ganadores en una especie de fin de la historia, sino mejorar las pensiones lo más que se pueda, lo antes posible.
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