Está sobre la mesa al menos el anuncio general de una gran reforma a la salud en Chile; pública y privada. “Cirugía mayor”, dice el gobierno.
Falta conocer un montón de detalles y por ahora es difícil evaluar lo anunciado.
Pero hay una contradicción vital, que sí podemos abordar aquí:
Cuando hablamos de reforma a las pensiones, el gobierno separa absolutamente dos mundos: el de la capitalización individual y el de la asistencia del Estado.
Los trabajadores deben ahorrar en sus cuentas personales para sus propias pensiones, sin destinar ni siquiera una parte de esas contribuciones a pagar las pensiones de los actuales jubilados, como ocurre en los sistemas de reparto. Y para los que no logran ahorros suficientes, o no tienen ningún ahorro, está el aporte previsional solidario o derechamente la pensión básica solidaria, que se financian con recursos fiscales. O sea, con impuestos.
En salud el gobierno aplica otra lógica, que además es diferente según si hablamos de salud pública o salud privada. En la salud privada, los anuncios del Ejecutivo apuntan a igualar la cancha entre hombres y mujeres, entre sanos y enfermos… y a hacerla más pareja también (no igual) entre jóvenes y viejos.
Pero en la salud privada no hay aportes fiscales. Aquí sí habría entonces sistema de reparto, porque los hombres tendrán que pagar más para financiar planes más baratos para las mujeres, y los jóvenes tendrán que cotizar más para solventar planes también más baratos que los actuales para los viejos.
Por lo tanto, los hombres jóvenes cargarían en mayor medida con el costo más alto en salud de mujeres y adultos mayores.
¿Por qué no aplica acá el mismo principio de las pensiones, y los subsidios a los menos favorecidos no corren por cuenta del Estado, financiados con impuestos?
Se responderá que los recursos son escasos, habría que recortar de otra cosa o hasta volver a subir impuestos.
Pero la contradicción vital está, y puede generar dos reacciones: que en el Parlamento y la opinión pública se rechace el mayor costo que para unos tendrá ir en beneficio de otros… y/o que en el debate sobre pensiones se genere espacio para que allí también se incorpore el “factor solidaridad” entre trabajadores, y al menos una cuota de “reparto”.
Si eso pasa, que quede claro: el reparto, en pensiones y en salud, significa costos directos para los mismos trabajadores.
Y el financiamiento individual, de las pensiones o de la salud, implica que el Estado debe ponerse para los menos favorecidos, con cargo a impuestos que debieran pagar los que más tienen.
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